Poeta chileno, Pedro Lastra ha sido una importante figura en el estudio de la literatura latinoamericana. Profesor en la Universidad de Nueva York, Lastra ha publicado tanto ensayo como antologías poéticas.
Aunque nació en Quillota (3 de marzo de 1932), se crió en Chillán, adonde sus padres se lo llevaron a los pocos meses. Allí, de niño, vio derrumbarse la casa familiar durante el terremoto de 1939.
Desde sus estudios en la Escuela Normal de Chillán en los años cincuenta y luego en la Universidad de Chile, hasta su consolidación como poeta en los años dos mil, pasando por su labor en la colección Letras de América, sus clases en Stony Brook, su participación en la Academia Chilena de la Lengua y su dirección de Anales de Literatura Chilena, Pedro Lastra (Quillota, 1932), como intelectual humanista -a quien nada del mundo cultural le es ajeno- ha mantenido, por más de medio siglo un diálogo amplio y esencial con quienes han sido sus estudiantes, discípulos, amigos, colegas.
Su vínculo con escritores, artistas plásticos e intelectuales ha quedado fijado, entre muchos otros, en la publicación de sus cartas con José María Arguedas y Enrique Lihn, en su colección epistolar que guarda la Universidad de Iowa y la Biblioteca Nacional de Chile y en la importante donación de libros dedicados que, desde hace algunos años, es parte de la colección especial de la Biblioteca de Humanidades de nuestra universidad.
El legado de Pedro Lastra también ha ido conformando un camino a través de sus numerosos libros. Sus obras en el ámbito de la difusión, la antología, el ensayo, la poesía, forman parte de los espacios más queridos de nuestras bibliotecas personales, de nuestras bibliografías académicas, y han signado la reflexión sobre nuestro trabajo en la docencia y la investigación.
Estudió en la Escuela Normal Juan Madrid Azolas (llamada así en honor a su primer director), de Chillán, donde se tituló de profesor. Allí aprendió a tocar el violín, que abandonó por considerarse “un ejecutante mediocre”. Sobre su relación con la música, diría más tarde:
“Yo quería ser músico y siento una gran admiración por los músicos: ahí no hay posibilidad de impostura, se descubre en seguida. Tengo muchos amigos músicos. Me interesa su mundo: la noción de armonía y la tonalidad rítmica me han guiado al titular esos libros”.
Más tarde terminó pedagogía en Castellano en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.
Ha hecho crítica literaria en el diario La Discusión, de Chillán. Ha sido docente e investigador de literatura chilena; asesor literario de la Editorial Universitaria (1966-1973); director de la colección Letras de América; y profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Nueva York, Stony Brook. Allí enseñó durante más de veinte años. Además, es profesor honorario de la de San Marcos (Lima) y Mayor de San Andrés (La Paz).
Lastra había llegado a Estados Unidos en 1972 —donde antes de Stony Brook enseñó en Buffalo y San Luis (Misuri)— y se decidió a regresar a Chile sólo después de que la Universidad Católica lo nombrara director de la revista Anales de Literatura Chilena en 2009.
Entre sus estudios sobre la literatura chilena e hispanoamericana figuran El cuento hispanoamericano del siglo XIX, Conversaciones con Enrique Lihn, y Relecturas hispanoamericanas, mientras que en poesía están Traslado a la mañana’, Y éramos inmortales y Noticias del extranjero, además de antologías poéticas como Cuaderno de la doble vida y Algunas noticias del extranjero.
En 2010, la Editorial Pre-Textos publicó en España una antología de su obra, preparada por su esposa Irene Mardones y su ex alumno, el escritor y académico Miguel Gomes, que incluye también algunos poemas inéditos.
Sus poesía está traducida a algunos idiomas, particularmente al inglés, y al griego por Rigas Kappatos.
Gran lector y poeta que ha mantenido correspondencia con muchos escritores —entre los que se puede citar, entre muchos otros, a Gabriel García Márquez, Lezama Lima, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa—, Lastra ha donado a la Universidad Católica 135 libros de primeras ediciones autografiadas por, entre otros, José María Arguedas, Alejo Carpentier o Ernesto Sabato, autores todos a los que publicó en los tiempos en que dirigía la colección Letras de América de la Editorial Universitaria.
Casi mil cartas de diversos escritores se encuentran ahora en los archivos de la Universidad de Iowa —por ejemplo, de Óscar Hahn o Gonzalo Rojas— mientras la mayoría de las cartas chilenas la ha donado a la Biblioteca Nacional de Chile. Las de José María Arguedas se las regaló a la Biblioteca Nacional de Lima. Con las de Lihn que aún tiene, unas cincuenta, el poeta y editor Camilo Brodsky piensa hacer un libro.
En 2011 ingresó como miembro de número en la Academia Chilena de la Lengua (era miembro correspondiente desde 1987).
BIBLIOGRAFÍA
- La sangre en alto, 1954
- Traslado a la mañana, poesía, 1959
- Y éramos inmortales, poesía, 1960
- Muestra de la poesía hispanoamericana actual, ensayo, crítica y antología, 1973
- Antología del cuento chileno, Grecia, 1974
- Noticias del extranjero, poesía, México 1979 (reedición mexicana 1982; Santiago 1992 y 1998)
- Conversaciones con Enrique Lihn, 1980 (reeditado por Editorial Universitaria en 2009 con un poema inédito de Lihn5)
- Antología crítica de Julio Cortázar, 1981
- Cuadernos de doble vida, 1984
- Relecturas hispanoamericanas, ensayo, 1987
- Asedios a Oscar Hahn, 1990
- Leído y anotado, ensayo, 1998
- Invitación a la lectura, ensayo, 2001
- Canción del pasajero, poesía, Sevilla, 2001
- Datos personales (selección y entrevista de Francisco José Cruz), poesía, col. Palimpsesto, Carmona (Sevilla), 2005
- Obras selectas, Santiago: Editorial Andrés Bello, 2008
- Diálogos del porvenir, con prólogo de Óscar Hahn, editorial Pfeiffer, Colección 33, 2010; antología de 32 poemas más uno inédito6
- Baladas de la memoria, Editorial Pre-Textos, 2010, antología que incluye también ocho poemas inéditos
- Al fin del día (1958-2013), poesía completa, con prólogo de Francisco José Cruz (Biblioteca Sibila-Fundación BBVA, Sevilla, 2013)
- El transcurrir del sueño, antología poética, con pinturas de Miguel Betancourt (Editorial del Trauco, Quito, 2016)
- Una vida entre libros: Letras de América, ensayo (Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2016)
- Poesía completa, con ilustraciones de Mario Toral (Editorial UV de la Universidad de Valparaíso, 2016)
- Trabajo editorial
- 1996: Preparación de la reedición de Defensa del ídolo (1932), de Omar Cáceres
PRENSA
Pedro Lastra: “No soy un poeta mediático ni estoy en la taquilla” (La Tercera)
“No soy un poeta mediático ni estoy en la taquilla. Este trabajo de escribir es una necesidad. Pero los premios son injustos. Nunca le dieron el Nacional a Huidobro, a María Luisa Bombal, Teillier, Lihn, Juan Emar y tantos otros”, cuenta. Lastra fue jurado en la entrega de 2014, cuando el premio recayó en Antonio Skármeta, quien ahora integra el jurado como último ganador. “Es cierto que yo voté por Skármeta dentro de una terna. Pero también es cierto que él nunca ha escrito sobre mi poesía.”
La vida emérita y la poesía de Pedro Lastra
La poesía de Pedro Lastra es, entonces -además de un manifiesto solitario de amor a los libros (protectores)-, una celebración de la amistad (de la “vida compartida” que ella promete y otorga, una alegría parecida a la de la juventud, por eso el entrecruce y esa permanente invitación lastreana: “ya hablaremos de nuestra juventud”), un canto a los dones del amor filial(15), que se vuelve, por una lógica vital y poética, una elegía del mismo cuando el/la amigo/a ha partido –cualquiera sea el modo de esta partida.
EJERCICIO DE DIALOGO: Entrevista a Pedro Lastra (2005)
¿Cuéntenos algo de su relación con Enrique Lihn?
Desde que lo conocí, a comienzos de los años cincuenta, Enrique me impresionó siempre como una personalidad extraordinaria. Al decir esto pienso no sólo en el gran poeta que fue sino en la totalidad de su trabajo artístico y literario. Nuestra relación de tantos años estuvo marcada por las notas de la más fraternal cercanía y, de mi parte, por la admiración que tenía y tengo por los dones de su inteligencia y por la entereza de su carácter. Debo decir también que su ausencia es algo relativo para mí, pues su obra y el ejemplo de su conducta se manifiestan de manera muy viva en mi memoria. Señalé algunas de las razones de ese aprecio por la persona y por el escritor -a quien sigo sintiendo al mismo tiempo como un maestro y como un hermano mayor- en un diálogo con Oscar Sarmiento aparecido en la revista Taller de Letras, Número 24, 1996, y recogido después en su libro El otro Lihn, publicado en Maryland el año 2001.
Fotografías por: Malu Ortega